Cruzada albigense

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La cruzada albigense fue una de las cruzadas llevadas a cabo por la Iglesia Católica con el fin de eliminar todo aquello que, según más conservadores dignatarios de la Iglesia, consideraban herejía.

[editar] Antecedentes

[editar] La cruzada albigense

Los cátaros constituían una secta cristiana con razgos gnósticos maniqueístas que tuvo un fuerte auge durante el siglo XII y XIII. Eran conocidos, también como albigenses en alusión a la ciudad de Albi donde residía una de las mayores comunidades de la secta cátara. Se los podía encontrar en el norte de Italia y del reino de Aragón pero su enclave principal se encontraba en la región del Languedoc, Francia. Eran una ramificación de una secta del siglo X llamados bogomilos de los Balcanes. Los cátaros eran dualistas con fuerte influencia del maniqueísmo, tenían por dogma que la cruz era un símbolo maligno de tortura, ya que su principal creencia era que Jesucristo era un Ángel y no el Hijo de Dios. Aparte se mostraban contrarios a las ordenes monacales, repudiaban el sacerdocio y consideraban a la Iglesia Latina Romana como la "Gran Babilonia".

Durante casi un siglo la Iglesia Romana envió a sus representantes a la comunidad cátara, siendo san Bernardo de Claraval uno de los más destacados, tratando de poner fin a esta secta, convertirlos al catolicismo y llevarlos al seno del Cristianismo Occidental, con escaso resultado. Entre otros personajes apegados a la Ortodoxia Latina estaban Santo Domingo de Guzmán que fundó la Orden Dominica e intento, en vano, reconvertir a los albigenses.

Durante el papado de Inocencio III, el Clero secular veía a la herejía cátara como una amenaza a la unidad de la Cristiandad, y que pretendían implantarse y organizarse como una contra-iglesia. Los cátaros usaban el Evangelio de San Juan modificado a su visión dualística esotérica, y constituía su único libro de oraciones.

Al conocerse el resultado de las prédicas de los dominicos, de los cuales se afirman murieron varios en calidad de mártires, Inocencio III convocó en 1209 una cruzada contra los albigenses que tuvo episodios sangrientos, ya que intervinieron los intereses del Rey Felipe y de la alta nobleza del Norte de Francia, que modificó el sentido de Cruzada a su favor para apoderarse del floreciente Imperio del Mediodía de la corona aragonesa. También ayudaron numerosos nobles de Bélgica y Alemania a la Cruzada. Con permiso papal, tras el asesinato del Nuncio Papal Pierre de Castelnau al parecer por un caballero cátaro al servicio de Raimón VI, los Ejercitos Cruzados se movieron contra el Condado del Mediodía y por ende contra la Corona de Aragón.

El líder de la expedición era Simón de Montfort, noble francés que sería el abuelo del siguiente Simón, que obligaría a Juan Sin Tierra, rey de Inglaterra a firmar la Carta Magna. Las fuerzas de Simón de Montfort alcanzaron la ciudad de Béziers en julio de 1209. Al parecer los nobles franceses, capitaneados por Montfort, pactaron para tomar por asalto la ciudad, sin tomar en cuenta la población adherida aún a la Iglesia. A pesar de la baja existencia de cátaros en la ciudad, los Cruzados estuvieron presionados para atacar la ciudad. No se sabe a ciencia cierta si es verdad lo que el legado papal Amaury -que acompañaba a los Cruzados- dijo: "No mostréis misericordia alguna en razón a la clase social, la edad o el sexo. Cátaros o católicos, matádlos a todos. Dios sabrá distinguir a los suyos". Béziers fue tomada en medio de sangre.

Tras la conquista de Béziers, la cruzada continuó en Narbona y Carcasona. Todas las tierras fueron tomadas por de Montfort, que se había convertido en líder militar de la expedición. La Cruzada degeneró en una guerra de conquista donde se sumieron la intervención de los nobles franceses por conquistar el sur de Francia.

Los ejercitos fueron de la Cruzada se disolvieron casi al instante.

Sin embargo, la cruzada continuó y más sangrienta. En Lavaur, todos sus defensores fueron ahorcados. En Bram le sacaron los ojos y cortaron la nariz a todos los hombres. Las ciudades eran tomadas con facilidad, ya que los obispos abrían las puertas a los cruzados (tal vez porque Simón de Montfort repartía entre ellos las tierras de los vencidos).

Raimundo VI de Tolouse, uno de los señores feudales de quien eran sus súbditos los habitantes masacrados, trató de detener esta carnicería y fue personalmente a Roma a entrevistarse con Inocencio III. Sin embargo, el Papa dio su apoyo a de Montfort. Entonces recurrió a Pedro II de Aragón, pero éste se acobardó y abandono a Raimundo VI para llegar a un acuerdo con Simón de Montfort, el 27 de enero de 1211, el que incluía el futuro matrimoño de su hijo Jaime (de tan solo 3 años en ese momento) con la hija del jefe cruzado, Amicia. Tal era la bajeza de Pedro II que hasta aceptó que su hijo quedara como rehén de Simón de Montfort.
Con este acuerdo sellado, los cruzados iniciaron el asedio de Tolouse y, para 1213, todas las tierras del Trencavel habían sido conquistadas y todos los ciudadanos de Tolouse capturados.

Para 1215, Simón de Montfort tenía en su poder muchos de los castillos abandonados por los cátaros a lo largo de Dordoña, entre ellos Domme y Castelnaudary, y había logrado que el príncipe Luis de España y su ejército se unieran al suyo. En 1216 la plaza fuerte de Beaucaire vio la primera gran derrota de de Montfort, pero sus fuerzas se reagruparon y fueron capaces de seguir adelante para tomar Bigerre. También fueron derrotadas en Lourdes, el límite occidental de expansión de la Cruzada Albigense.

Durante el otoño europeo de 1217 Raimundo VII de Tolouse conjuntamente con el reino de Aragón tomó Tolouse. En la primavera del año siguiente, de Montfort asedió la ciudad, pero murió el 25 de junio de 1218 a causa del impacto de una piedra disparada por una máquina de artillería que manejaba un grupo de mujeres.

Varios personajes intentaron emular a Simón de Montfort, uno de ellos fue el príncipe Luis de Francia quien en 1219 conquistó Marmande, saqueando la ciudad y quemando a los habitantes por herejía. Aunque su verdadera intención era entrar en Tolouse, cosa que no pudo lograr.

La muerte de Simón de Montfort dejó a los cruzados sin un líder fuerte y capaz, lo que permitió que Raimundo VII derrotara a los cruzados en Béziers. Las derrotas continuaron y hubo un resurgimiento cátaro, de tal magnitud que para 1224 la situación era similar a 1209.

En 1226 se lleva a cabo el Concilio Cátaro de Pieusse, el cual decide la creación del Obispado Cátaro del Rassés. Esto provoca que Luis VIII de Francia ordene una nueva cruzada contra el Languedoc, poniendo sitio a Aviñon durante 4 meses, capturando y mandando a la hoguera a Pere Isarn, Obispo Cátaro de Carcasona.
Luego de esto la mayoría de los castillos y ciudades se rindieron sin luchar, evidenciando el hartazgo de la población por la guerra. Ese mismo año, el rey Luis VIII muere en Montpelier, y su senescal, Humberto de Beaujeau, toma las riendas de la cruzada sitiando Labécéde, donde masacró a toda la población.< El último bastión cátaro era Tolouse que resistió a las órdenes de Raimundo VII, pero finalmente este aceptó un acuerdo llevado a cabo en París, el 12 de abril de 1229, que incluía el matrimonio de su hija con el hijo de Blanca de Castilla y en el cual se comprometió a luchar contra los cátaros, derribar las defensas de Tolouse y pagar una cuantiosa suma en marcos en concepto de daños.

A partir de ese momento la Inquisición se estableció en Tolouse y en todo el Languedoc, los cátaros fueron perseguidos, brutalmente torturados y quemados en innumerables hogueras. Esto provocó revueltas en Tolouse, Albi, Narbona y Montsegur. Esta última ciudad se había convertido, en 1232, en la sede de la Iglesia Cátara a pedido del Obispo Cátaro Gilbert de Castres, y su castillo estaba altamente fortificado. En 1242, el 28 de mayo, Caballeros de Montsegur asesinan, en Avinyonet, al Inquisidor Guillermo Arnau y a todo su séquito. Tras esto, en 1243, se inicia el sitio de Montsegur que duró diez meses. En noviembre de 1243 comenzó el asedio y para febrero de 1244 los ocupantes de la ciudad se habían rendido. Doscientos veinte cátaros fueron quemados vivos a orillas del castillo.

En agosto de 1255 el sitio de Quéribus, una pequeña fortaleza cátara, marcó el final definitivo de la Cruzada Albigense. Para este entonces, la Iglesia Romana logró desorganizar la secta Cátara en casi su totalidad.