Hans Christian Oersted
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Hans Christian Ørsted (Rudkøbing, 14 de agosto de 1777 – Copenhague, 9 de marzo de 1851) fue un físico y un químico danés, influenciado por el pensamiento alemán (de Emmanuel Kant y también de la filosofía de la Naturaleza).
Se interesó desde muy joven por la química y por la historia natural, pero también por la literatura. Influido por su padre, que era farmacéutico, se orientó por los estudios de farmacia en 1797, al cumplir los veinte años. Tres años después, se licenció en Medicina, lo que le hubiese podido servir para asegurarse un futuro como médico.
Sin embargo, su pasión por la química -y en especial por las fuerzas electroquímicas- que permanecía intacta unida a un interés creciente por la filosofía de la naturaleza desencadenaron todas sus reflexiones y explican en buena medida las razones por las que se interesó por los trabajos de M. Ritter sobre el galvanismo.
De regreso de su estancia por estudios en París, en donde conoció, entre otros, a Georges Cuvier y a Jean-Baptiste Biot, trabajó en estrecha colaboración con Ritter y se convirtió, a la muerte de éste, en su heredero espiritual.
En 1820 descubrió la relación entre la electricidad y el magnetismo en un experimento que hoy se nos presenta como muy sencillo, y que llevó a cabo ante sus alumnos.
Demostró empíricamente que un hilo conductor de corriente podía mover la aguja imantada de una brújula. Podía, pues, haber interacción entre las fuerzas eléctricas por un lado y las fuerzas magnéticas por otro, lo que en aquella época resultó revolucionario.
A Ørsted no se le ocurrió ninguna explicación satisfactoria del fenómeno, y tampoco trató de representar el fenómeno en un cuadro matemático. Sin embargo, publicó enseguida el resultado de sus experimentos en un pequeño artículo en latín titulado: Experimenta circa effectum conflictus electrici in acum magneticam. Sus escritos se tradujeron enseguida y tuvieron gran difusión en el seno de la comunidad científica europea. Los resultados fueron criticados con dureza.
Ampère conoció los experimentos de Ørsted en septiembre de 1820, lo que le sirvió para desarrollar poco más tarde la teoría que sería el punto de partida del electromagnetismo. Cuanto más se aceptaban las teorías de Ampère por parte de otros sabios, más se reconocía la autenticidad e intuición de Ørsted, tanto en la comunidad científica como entre sus conciudadanos. Tras este descubrimiento, el sabio danés siguió contando con un prestigio y una fama que nunca menguaría hasta el momento de su muerte.
En 1825 realizó una importante contribución a la química, al ser el primero en aislar y producir aluminio.
La Royal Society le otorgó la medalla Copley en 1820.
200.000 personas acudieron a su entierro y la población danesa sintió mucho su muerte puesto que gracias a sus descubrimientos y a sus dotes de orador, había contribuido a transmitir una imagen activa y positiva de Dinamarca.