Los cuatro jinetes del Apocalipsis
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Autor | Vicente Blasco Ibáñez |
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País | España |
Lengua | Español |
Género(s) | Novela |
Editorial | |
Fecha de publicación | 1916 |
Tipo de medio | Impreso |
ISBN | ISBN 958-43-0182-9 |
Cuando en el Apocalipsis el Cordero abre los primeros cuatro sellos de la profecía del Juicio final, salen cabalgando cuatro jinetes, uno tras otro. Uno de ellos lleva un arco, monta un caballo blanco y se dispone a conquistar; otro, con una gran espada, en un caballo rojo, va a desencadenar la destrucción; un tercero, que monta un caballo negro, lleva una balanza; y, finalmente, la Muerte, sobre un escuálido caballo, seguida por el Infierno, se dispone a aniquilar por el hambre y la pestilencia.
Semejante movimiento, casi un trueno audible, jamás se había expresado mediante la técnica e imaginación inspirada, no ha sido superado desde entonces. Aunque a Durero le encantaba experimentar con todas las técnicas, gracias a los grabados, realizados durante toda su carrera, estableció su independencia y extendió su arte. Mediante ellos podía llegar a públicos inmensos.
La primera edición del Apocalipsis apareció en 1498, en una versión alemana y otra en latín; la segunda edición, en 1511, contenía el texto latino. El tema respondía al talante de la época, una inquietud religiosa muy extendida que culminaría con la Reforma y el cisma de la Iglesia. En general, se aceptaba la profecía de que el mundo llegaría a su fin el año 1500. Para algunos, el papa no era el representante de Cristo en la Tierra sino el Anticristo anunciado según varios en el Apocalipsis (aunque de forma explícita y literal nunca se le menciona). Pero el mensaje, tal como lo difunsió Durero, no era de condenación inapelable. En Los ángeles apaciguan a los cuatro vientos, los elegidos son gentes ordinarias con las que el lector podía identificarse.
El libro de Durero fue el primero publicado por un artista a sus propias y exclusivas expensas. Los anteriores Apocalipsis miniados, en general habían tenido una disposición distinta, con ilustraciones a página completa distribuidas a lo largo del volumen, o pequeñas e insertas en el texto, o bien con hileras de imágenes explicadas mediante epígrafes. Durero reservó el haz de la página para el grabado y dispuso el texto en el dorso. Los artistas anteriores habían confiado en el color para completar el efecto vigoroso; Durero lo consiguió con el blanco y negro.
Durero siguió utilizando la xilografía y perfeccionó su técnica hasta notables alturas de virtuosismo, como en La Gran Pasión y La vida de la Virgen, publicados también como libros, en 1511. Sin embargo, en el grabado en cobre logró una maestría de modulación en el tono que realmente hace el color superfluo, como en el famoso Adán y Eva (1504). Su naturalismo nórdico está presente en la flora y fauna dibujadas, pues también éstas tienen significado simbólico. Tanto el dominio de la técnica como la riqueza de sus conocimientos, combinados con una invención fértil interminable, alcanzó su cumbre en las tres grandes placas singulares de 1513-1514: El caballero, la muerte y el demonio, San Jerónimo y Melancolía I. Estas obras, con su fantástica riqueza de detalles reunidos en composiciones de una consumada armonía, pueden leerse casi como opúsculos humanistas. El caballero es una alegoría del guerrero cristiano, San Jerónimo, de un sabio cristiano, y Melancolía una meditación sobre el proceso de creación, llena de alusiones recónditas. Durero grabó también varios retratos e ilustró tres obras teóricas, incluyendo los importantes Cuatro libros sobre la proporción humana (1528).