Lucio Cornelio Cinna

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Lucio Cornelio Cinna (en latín Lucius Cornelius Cinna) (m. 84 adC), destacado político romano del siglo I adC, cónsul desde el 87 al 84 adC, líder de la facción de los populares y enemigo de Sila.

[editar] Biografía

Hijo de L. Cornelio Cinna (cónsul en 127 adC), su carrera política nos es conocida sólo a partir de su pretura (en el año 90 adC). Durante la Guerra Social fue legado (en 89 adC y 88 adC) luchando junto a Quinto Cecilio Metelo Pio contra los marsos. Cinna se distingue en sus intentos de despojar a Sila del mando de la expedición a Grecia. Tras marchar sobre Roma y acabar con la oposición popular, Sila abandona la Urbe para ir a luchar contra Mitrídates VI del Ponto, no sin antes recibir de Cinna la promesa de mantener sus reformas. De tal modo, en el año 87 fue nombrado cónsul en compañía de su enemigo Cneo Octavio, magistratura que ejerció ininterrumpidamente hasta que, en el año 84, encontraría la muerte en un motín militar. Lo más destacado de la figura de Cinna fue su colaboración con Mario y su lucha contra Sila.

Como cónsul, las fuentes son unánimes considerando que Cinna desencadenó la guerra civil al resucitar en el 87 la propuesta de suffragium para los nuevos ciudadanos itálicos, resultantes de la Guerra Social en todas las tribus, la restauración de los poderes de la Asamblea de la Plebe y la concesión de la amnistía a sus amigos exiliados. Pero su colega consular Octavio, con ayuda de la mayoría conservadora del Senado, logró expulsarlo de Roma junto a seis tribunos de la plebe, desposeído de su magistratura y privado de sus derechos ciudadanos.

Cinna huyó a Nola donde llamó a Cayo Mario para que retornara de África y reclutó con sobornos a soldados romanos e italianos en el sur de Italia, la mayoría de los cuales pertenecían a Apio Claudio. El mismo año 87 adC Mario desde el Norte y el mismo Cinna desde el Sur marcharon sobre Roma al frente de dos ejércitos. La defensa de ciudad, dirigida por el cónsul Octavio y Pompeyo Estrabón, se vio obstaculizada por la ambigua actitud política de Estrabón y una epidemia que azotó la ciudad un par de meses. Todo ello facilitó la caída de la ciudad después de que Mario interceptara el suministro de trigo y saqueara Ostia, el puerto de Roma, matando a buena parte de sus habitantes, cortando a sus enemigos la posibilidad de proveerse por mar. Cinna y Mario entraron en Roma con cuatro ejércitos, dos de los cuales comandaban Quinto Sertorio y Papirio Carbón y se declararon cónsules a sí mismos.

Su primera acción fue la persecución y el asesinato sistemático de los seguidores de Sila, ensañándose con sus familiares directos, sus amigos y sus propiedades. Octavio fue el primero de una larga serie de asesinados y masacrados: entre los más destacados Qunto Lutacio Cátulo, Publio Licinio Craso y dos de sus hijos; Antonio Orator, el flamen Dialis Lucio Cornelio Mérula, Lucio Julio César, su hermano César Estrabón, Publio Cornelio Léntulo, Cayo Atilio Serrano, Marco Bebio, Cayo Nemetorio, Marco Cecilio Cornuto y Quinto Ancario. El joven Marco Licinio Craso huyó a Hispania, y Quinto Cecilio Metelo Pío, el fiel legado de Sila, a África. Italia quedó así en manos de Cinna y Mario. Sila fue declarado hostis rei publicae, sus pertenencias confiscadas y su casa demolida. Cinna, por orden de Mario, nombró a Julio César flamen dialis (principal sacerdote de Júpiter). Mario, saciada su sed de venganza, murió a los pocos días de iniciar su séptimo consulado (enero del 86), quedando Roma bajo el dominio de Cinna.

Se inicia así lo que las fuentes denominan Cinnae dominatio o Cinnanum Tempus, un período de tres años (87-84) en el que Cinna dirigió el Estado en calidad de cónsul, magistratura que no lo abandonó hasta su muerte en la primavera del 84. Compartíó el consulado con Lucio Valerio Flaco, consul suffectus, asesinado posteriormente en Asia, y en los años 85 y 84, con Cneo Papirio Carbón. Como Mario a finales del siglo II, Cinna ostentó el consulado consecutivamente con objeto de llevar a cabo una serie de reformas que consideraba indispensables para la superviviencia del Estado. En este sentido, su gobierno fue una autocracia revolucionaria (tyrannus, le llama Salustio) que al decir de los antiguos interrumpió la continuidad legítima en el ejercicio del poder.

Sin embargo no es difícil reconocer bajo su gobierno también muchos rasgos positivos. Una vez instalado a la cabeza del Estado, su política fue un intento de reconciliación de las partes enfrentadas. Cinna hizo gala de una política moderada tratando incluso de atraerse al Senado o al menos de no enemistarse con él. No rompió con el mos maiorum ni se condujo como un popularis radical. No promulgó leyes agrarias, ni cambios en los mecanismos de las asmbleas, ni nuevas leges frumentariae, ni prácticamente nada de lo que se suele considerar popularis. Ni siquiera se planteó devoler los tribunales a los equites (aunque con su dominio del Senado, tampoco le hacía falta).

Concedió de la plena ciudadanía a los itálicos emancipados, y sus distribución entre las 35 tribus. Se nombró a dos censores, Lucio Marcio Filipo (el mismo que se había opuesto a la propuesta de Livio Druso a conceder la ciudadanía a los itálicos) y Marco Perperna, que se encargaron de distribuir a los nuevos ciudadanos en el censo, que albergaba ahora a 436.000 ciudadanos romanos.

También conocemos alguna de las medidas de Cinna en materia económica, tendentes en general a satisfacer las corruptelas de senadores y caballeros: en el año 86 adC Valerio Flaco (su colega consular) logró convencer a Cinna para aprobar una ley que revitalizara el movimiento de numerario y el tráfico comerical a través de la condonación de las 3/4 partes de las deudas. Por otro lado, para evitar la falsificación y asegurar la estibilidad de la moneda se establecieron medidas de control, al tiempo que se fijó la tasa de cambio entre el as y el denario.

Esta aparente tranquilidad del gobierno presidido por Cinna se vio en peligro por dos hechos: en el exterior, la falta de un acuerdo con Sila que obligaba a preparar la defensa de Italia ante su inminente retorno del Oriente; en el orden interno,la elección (para el 85 y 84) de Cneo Papirio Carbón como cónsul, quien imprimiría un mayor radicalismo al gobierno. Cinna envió con un ejército a Asia Menor al mando de Lucio Valerio Flaco , al tiempo que se despojaba a Sila de su proconsulado. Sin embargo, Flaco fue asesinado por su ambicioso legado Cayo Flavio Fimbria, una criatura de Cinna, que asumió el mando. Fimbria logró algunos éxitos, pero cuando Sila salió a su encuentro, sus soldados los abandonaron y se suicidó.

Cinna se vio obligado, pues, a realizar un reclutamiento forzoso en Italia, para lo cual precipitó el reparto igualitario de los ciudadanos en las tribus; el ejército, concentrado en Ancona, recibió la orden de trasladarse a la costa liburnina, lo que desató un motín de las tropas en Brindisi, en el que pereció Cinna, cuando embarcaba sus tropas rumbo a Tesalia para enfrentarse a Sila. De tal modo, Papirio Carbón se convirtió en el único cónsul.

Con la muerte de Cinna se inició el final del régimen de los populares, y salieron a la luz pública los errores, la corrupción y la incompetencia de los Cinnani, que empezaron a perder apoyos en favor de Sila.

La hija de Cinna, Cornelia Cinnila fue la primera esposa de Julio César, con el que se casó en el 84 adC. El hijo de Cinna, Lucio Cornelio Cinna, fallecido en el 44 adC, fue un pretor que expresó su aprobación por el asesinato de César.