Vicente Benavides
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Vicente Benavides Llanos (Quirihue, 1777 - Santiago, 23 de febrero de 1822). Militar chileno. Caudillo de los últimos reductos realistas durante la Guerra de Independencia de Chile (1813-1826).
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[editar] Antecedentes Biográficos
Vicente Benavides nace en el tradicional pueblo de Quirihue (Provincia del Itata), entre 1777 y 1787. Hijo de Toribio Benavides y María Isabel Llanos, adquiriere sus primeras letras bajo el amparo de este pueblo, lugar donde se desempeñó desde muy joven como funcionario del Real Estanco de Tabacos, encargado de transportar caudales entre los pueblos del sur y Santiago.
La revolución de 1810 lo sorprende en este último punto, enrolándose, al igual que tantos otros, en el regimiento Granaderos. En este sitio alcanza el grado de sargento, participando de esta forma en la división auxiliar enviada a Buenos Aires (1811) bajo la dirección del coronel Andrés Alcázar.
[editar] Los inicios de la guerra
De regreso en Concepción, dos años más tarde, figura como sargento de los Húsares de la Gran Guardia bajo las órdenes de don José Miguel Carrera. Es en este periodo cuando deserta de las filas patriotas, al parecer influido por los malos tratos infringidos por los hermanos de este último, bien por el delicado estado de la guerra que azotaba a su región natal.
En abril de 1814 es capturado por los patriotas en la Batalla del Membrillar (20 de marzo de 1814), desde donde es trasladado al norte en espera de su ejecución. No obstante, el 4 de abril de 1814 escapa gallardamente a la altura del río Achibueno –al sur de Linares–, no sin antes quemar el campamento de sus captores, recopilando así valiosa información para la causa del Rey y frustrando -de paso- los planes del enemigo de atacar por sorpresa a las fuerzas de Gainza.[1] A partir de entonces, y hasta el final de aquella primera campaña, Benavides ingresa formalmente en calidad de sargento al Batallón Concepción, distinguiéndose en el sitio de Rancagua (1 y 2 de octubre de 1814), donde es ascendido a subteniente.[2]
[editar] Una álgida carrera
Durante el periodo de restauración monárquica (1814-1817), Benavides se mantuvo sirviendo en el Batallón Concepción, guarneciendo por algún tiempo el puerto de Valparaíso, desde donde es transferido a la ciudad de Concepción. Allí, en el verano de 1817, contrae matrimonio con una dama de orígenes aristocráticos; doña Teresa Ferrer y Santiváñez.
Sin embargo, al poco tiempo sería sorprendido por la derrota de sus pares en Chacabuco (febrero de 1817), replegandose junto a los suyos a la plaza de Talcahuano, donde participó activamente en las obras de fortificación y defensa de aquel puerto bajo las órdenes del intendente José Ordóñez. Mientras permanecía sitiado, es incitado a desertar por el brigadier argentino Juan Gregorio Las Heras, sin conseguir este último resultados positivos.[3] Por el contrario, hacia fines de ese año Benavides comanda una violenta acción de guerrillas, las que se internan en la Frontera hostilizando a las fuerzas insurgentes con el apoyo irresoluto de las tribus araucanas. Ya a esa altura es ascendido a capitán.
El 5 de abril de 1818, es capturado junto a su hermano Timoteo en la memorable jornada de Maipo. Conducidos a la capital, son inmediatamente sentenciados a muerte. No obstante, influyentes amistades logran salvarlos del cadalso –por lo menos temporalmente– ya que dos o tres meses más tarde ambos serían furtivamente fusilados a las afueras de Santiago. Sin duda, sólo un hecho providencial salvó la vida del caudillo, esto luego de que los disparos sólo alcanzaran hermano, quedando prácticamente ileso, tendido en el suelo y fingiéndose muerto. Por mucho tiempo, se ha visto en este hecho fortuito la trama de una negociación previa entre Benavides y sus verdugos. Lo único cierto, es que uno de éstos -para asegurarse su muerte- le habría dado un fuerte sablazo en la garganta, lo cual lo dejó gravemente herido y al borde de la muerte. Tras verse abandonado en el campo, Benavides sólo reaccionó para vendar sus heridas y llegar moribundo a la casa de unos campesinos, quienes, creyéndole víctima de un asalto, le proporcionaron los primeros auxilios y lo trasladaron prontamente a la capital. Una vez allí, logró reunirse finalmente con su mujer y algunos amigos, todos los cuales cuidaron de él ocultándolo y haciéndolo pasar por muerto mientras pudiera recuperarse y regularizar así su situación en el país.
Sus importantes contactos intercederán ante San Martín, quien finalmente concederá un nuevo indulto al fugitivo, esta vez a cambio de su reinserción en el ejército patriota. Su misión; introducirse al campo realista y reclutar la mayor cantidad de desertores, esto frente a la lenta retirada del coronel Juan Francisco Sánchez, quien marchaba junto a la población penquista rumbo a territorio araucano.
[editar] La gestación del caudillo
Bajo las órdenes del argentino José Antonio Balcarce, Benavides se dirige diligentemente a continuar la guerra en el sur, prestando importantes servicios a la patria en la toma de la isla de la Laja y otros puntos aledaños, hasta ese momento controlados por las huestes del Rey. Sin embargo, a medida que aumentaba el grueso de su contingente, compuesto fundamentalmente por partidas de indios, campesinos y unos cuantos peninsulares, el caudillo va reconsiderando su situación, retomando el bando realista, a su vez que Sánchez lo dejaba al mando de la Frontera para dirigirse a reforzar la plaza fuerte de Valdivia, aun controlada por las armas reales.
A partir de entonces, Benavides quedaría al mando de la guerrilla realista de la frontera, mediante la cual reforzó las posiciones españolas a fin de retardar a toda costa la avanzada patriota, tanto al interior del país como hacia el virreinato peruano, lugar hacia donde preparaba la inminente Expedición Libertadora, financiada por el gobierno santiaguino.
De esta forma, se da inicio a la llamada Guerra a muerte (1819-1924), episodio violento y sanguinario de esta guerra, caracterizado por la devastación sistemática de la frontera y el mantenimiento de una guerra de guerrillas cuyo único sustento era la destrucción total del adversario.
Durante los tres primeros años de la guerra en el sur, éste se posiciona rápidamente como el líder indiscutido de las fuerzas realistas, llegando a poner en jaque a las autoridades chilenas, fundamentalmente por la ineficiencia de estas últimas, las que pese a poseer un ejército de línea y una organización central, no logran coordinar una estrategia conjunta frente a la guerrilla realista, por su parte carente de especialización militar y de una infraestructura logística que le permitiese retomar el control del país.
[editar] La Guerra a Muerte
Se produce así una paridad de fuerzas, frente a la cual se suceden una serie de batallas que invariablemente arrebatan la victoria a uno y otro bando. La insuficiencia militar de la hueste realista se ve compensada, en parte, por las comunicaciones que logró entablar Benavides con el virrey Joaquín de la Pezuela, quien le confiriere el grado de teniente coronel y la autoridad para otorgar nuevos grados a su improvisado ejército fronterizo.[4] Así, su fuerza se vio reforzada por inexpertos pero constantes contingentes, asentados sobre la base de una alianza con algunas confederaciones araucanas, la férrea organización y administración de las poblaciones emigradas, así como a través del abundante botín capturado en sus pillajes e incursiones, las que ya en 1821 se entablaban en el plano del corso y la piratería.[5]
Por su parte, la deserción patriota se hacía cada vez más recurrente, al igual que el desabastecimiento y la descordinación de sus líderes. Es precisamente bajo estas condiciones, cuando se produce la violenta avanzada realista de mediados de 1820, destinada no sólo a aniquilar las fuerzas patriotas, sino a avanzar sobre la misma capital santiaguina, diezmada en aquel momento por la pobreza y la inseguridad que dejaban la inestabilidad política y los escollos de la famosa expedición al Perú.
A partir de mayo de 1820, Benavides pudo arrasar fácilmente con el indemne poblado de Talcahuano, y cuatro meses más tarde, su lugarteniente, Juan Manuel Picó, eliminaba de una forma atroz a las fuerzas patriotas de la frontera (Batalla del Pangal, 22 de septiembre de 1820); sin duda un preludio de lo que sería la horrible jornada de Tarpellanca (26-28 de septiembre de 1820), la que marca el cenit de las campañas realistas en el seno de la post-independencia chilena.
[editar] La quimera
A partir de entonces, Concepció vuelve a manos de los realistas. El comandante patriota, Ramón Freire, abandona la ciudad y se retira a la inexpugnable plaza de Talcahuano, lugar desde donde resiste heroicamente por casi dos meses. Finalmente, el destino terminará siendo favorable a este último, no así a nuestro personaje, quien pese a todos los logros obtenidos no fue capaz de contener la situación, siendo ampliamente derrotado en dos combates sucesivos, en las vegas de Talcahuano y en la alameda de Concepción (25 y 27 de noviembre de 1820). La ciudad es recuperada por los patriotas y la hueste de Benavides se repliega desperdigadamente a territorio araucano.
El último intento de Benavides por bajar la defensa chilena de la provincia, se ve frenado por la llegada del coronel José Joaquín Prieto a la ciudad de Chillán, quien le proporciona su derrota definitiva en la campaña del año siguiente, esto tras una serie de escaramuzas y estratagemas que terminan en el encuentro de las vegas de Saldías (9 y 10 de octubre de 1821). La hueste de Benavides es completamente aniquilada.
Los intentos posteriores por restablecer una línea de guerrillas son absolutamente desechos, ya no por las armas de la patria sino por las propias rivalidades de los caudillos realistas. Estos provocan la marginación de Benavides, bajo una oleada de conspiraciones, deserciones y espionajes, donde definitivamente reaparece el fantasma de las rivalidades entre peninsulares y criollos, junto con la solapada infiltración de agentes patriotas ocultos en el seno de la oficialidad española.
Bajo estas circunstancias, Benavides entabla comunicaciones con Prieto en la búsqueda de una transacción lisa y llana a su situación material y la de su familia.[6] La inseguridad y la discordia generada en torno a su persona, le hacen finalmente abandonar la región, embarcándose junto a un grupo de cercanos rumbo al Perú, sin tener cuenta clara del objetivo del viaje ni la viabilidad del mismo. Tampoco contaban con los recursos necesarios para emprender una travesía de esas magnitudes, pese a lo cual consiguen armar una pequeña embarcación con la que logran llegar hasta la altura de Topocalma. Allí deciden descender para aprovisionarse de agua y alimentos, no obstante son delatados a los lugareños por uno de los tripulantes, a instancias de nueva conspiración contra su líder, esta vez gestada al interior mismo de la barcaza.
[editar] El fin de la aventura
Rápidamente, las autoridades locales dispusieron el apresamiento de toda la tripulación, siendo cautelosamente conducidos a Santiago, donde llegaron el 13 de febrero de 1822. Ese día Benavides entraba por la alameda de la ciudad, rumbo a la cárcel publica, siendo parte de las más vejatorias humillaciones por parte del pueblo y la oficialidad. A continuación, le sería seguido un breve juicio luego del cual fue condenado a la pena máxima, mientras que sus acompañantes eran reducidos a prisión y otras penas aflictivas.[7]
El sábado 23 de febrero, y después de ser nuevamente vejado, Benavides era finalmente ahorcado en la plaza de armas de la capital, tras lo cual su cuerpo fue mutilado, conducidas su cabeza, manos y piernas a las ciudades del sur, mientras que el resto era incinerado en el Llano de Portales, para eterno tormento del imputado, quien terminaba así su larga carrera de aventuras.
Este artículo corresponde a un resumen de la ponencia dictada en las XI JORNADAS DE HISTORIA REGIONAL DE CHILE (U. de Concepción, octubre de 2004): "Vicente Benavides: Reacción y devoción en el seno de la post-independencia americana", por el prof. Manuel Ramírez Espíndola.
[editar] Notas
- ^ Aun no existe un consenso claro respecto de esta primera actuación histórica de Benavides, y de la cual resultaron tan malogradas las filas patriotas. Barros Arana es enfático en desmentir la autoría de nuestro protagonista en la confusión de aquella noche, señalando que más bien fue una cuestión accidental y no el “ánimo malhechor” de aquel lo que habría provocado el siniestro, a lo cual la mayoría de sus contemporáneos creyeron que efectivamente había sido Benavides el causante de dicho incendio. Cfr. BARROS ARANA, Diego: Historia General de Chile, Tomo IX. Santiago, Hover, 1884, pp. 397-398; RODRIGUEZ BALLESTEROS, José: Revista de la guerra de la independencia de Chile, Tomo II. En: Colección de historiadores y documentos relativos a la independencia de Chile (CHDI), Tomo VI, p. 169; Diario de las ocurrencias del Ejército de la Patria que lleva el mayor general don Francisco Calderón y da principio el día 14 de marzo de 1814. En Archivo de don Bernardo O'Higgins (ABO), Primer Apéndice, p. 133; Vindicta Pública. En Gaceta Ministerial de Chile (GMC), N°55, 23 de febrero de 1822.
- ^ La participación destacada de Benavides en este importante encuentro se ve comprobada por el testimonio de uno de sus superiores, el coronel José Rodríguez Ballesteros, quien en la obra citada señala que el día 2 de octubre Benavides y un capitán de apellido Pino –ambos del Concepción– lograron tomar la primera trinchera luego de introducir a la plaza algunas piezas de artillería, a través de agujeros abiertos con este propósito en las paredes de las casas colindantes. Cfr. RODRIGUEZ BALLESTEROS, José: Op. Cit., Tomo II. En CHDI, Tomo VI, pp. 197-198.
- ^ Comunicación del coronel Juan Gregorio Las Heras al Director B. O’Higgins. Concepción, 20 de abril de 1817. En ABO, Tomo VIII, p. 259.
- ^ Archivo Nacional, Fondo Ministerio de Guerra (AN;AMG), Vol. 52, fj. 12.
- ^ La primera acción de piratería emprendida por la facción de Benavides fue la osada captura de la fragata Dolores en la bahía de Talcahuano, la noche del 23 de agosto de 1819. Sin embargo, el inicio efectivo de este tipo de incursiones lo podemos situar a principios de 1821, tras la frustrada campaña que le arrebató Concepción el año anterior, y cuando ya contaba con los servicios de un obstinado pirata que no vino a morir sino en 1824, tras ser apresado y conducido a Europa en la última de sus correrías por la costa peruana. Este era el genovés Mateo Mainery, pasado a sus fuerzas tras la toma de Talcahuano (2 de mayo de 1820), y quien voluntariamente se ofreció para emprender el plan de corso en las costas de Arauco, ganándose por lo demás la estrecha simpatía del caudillo. Mainery dirigió las capturas y desmantelamientos de un importante número de naves norteamericanas e inglesas, capturadas a lo largo de 1821. La primera de sus víctimas fue la ballenera norteamericana Hero, la cual transportaba un rico cargamento de ropa y alimentos, capturada al igual que las naves posteriores en la rada de la isla de Santa María. Le siguió una presa mayor, el bergantín norteamericano Hersalia, cargado de cueros de lobos marinos desde las islas Shetland del Sur, y capturado a viva fuerza por una guerrilla realista en la ya mencionada isla. Su tripulación fue reducida a prisión, siendo repartida como criados en el cuartel de Arauco, mientras que la nave partió rumbo a Chiloé en busca de comunicaciones y refuerzos. Al poco tiempo, estos improvisados piratas darían con un botín ciertamente sabroso al interior del ballenero británico Perseverance, compuesto de unos cuantos cañones y armas, dinero, paños y un surtido cargamento de licores, todo lo cual les era absolutamente escaso en esas tierras. Sin embargo, su sorpresa sería mayor cuando divisaron su última y más importante captura: el bergantín norteamericano Ocean, quien procedente de Río de Janeiro transportaba un valioso cargamento de fusiles, carabinas, sables y pistolas, destinadas a socorrer a Lima, y que de este modo terminaron en manos de Benavides, infundiéndole nuevas y renovadas esperanzas en su campaña contra el gobierno chileno. Lo cierto, es que estas noticias trajeron consigo más de un problema diplomático, del cual se hicieron finalmente cargo los británicos enviando para ello una expedición al mando del capitán Basilio Hall, quien se dirigió al sur a finales de ese mismo año, precisamente en los momentos mismos en que Benavides era completamente aniquilado en las serranías de la Cordillera. De ahí, que el testimonio documental dejado por este viajero sea del todo útil para quien pretenda profundizar en estos hechos, enteramente apasionantes por la riqueza y diversidad del lenguaje utilizado por su autor. Al respecto, véase: HALL, Basilio: Abstracts from a journal written on the cost of Chile, Perú and México in the years 1820, 1821, 1822. Tomo I. Edinbergh, 1824.
- ^ Comunicación de Benavides a Prieto. Campamento de Lebu, 12 de diciembre de 1821. En AN-AMG, Vol. 52, Fjs. 192-196.
- ^ El acta original del proceso contra Benavides y los suyos en AN-AMG, Vol. 52, fjs. 178-241.
