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Andrónico I Comneno - Wikipedia, la enciclopedia libre

Andrónico I Comneno

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Moneda en forma de platillo) de Andrónico I Comneno.
Moneda en forma de platillo) de Andrónico I Comneno.

Andrónico I Comneno (Griego: Ανδρόνικος Α’ Κομνηνός, Andronikos I Komnēnos), (c. 111812 de septiembre de 1185), emperador bizantino (1183-1185), último de la dinastía Comnena, sobrino de Juan II y nieto de Alejo I.

Tabla de contenidos

[editar] Juventud

El emperador Manuel I Comneno, primo y rival de Andrónico
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El emperador Manuel I Comneno, primo y rival de Andrónico

La fecha de nacimiento de Andrónico Comneno es desconocida, pero sin duda debió de ser muy cercana a la de su primo Manuel I Comneno, nacido en 1118. Era hijo del sebastocrátor Isaac (m. 1152), hermano del emperador Juan II, y de Kata de Georgia. Sus abuelos paternos fueron el emperador Alejo I Comneno e Irene Ducaena, y los maternos David IV de Georgia y Rusudan de Armenia.

Tras la ascensión al trono de su hermano, Isaac no se resignó a ser un mero segundón; enfrentado con el Emperador, fue acusado de conspiración, viéndose obligado a huir, pero fue predonado al cabo de seis años. Su hijo Juan, el hermano mayor de Andrónico, acabó por desertar y se pasó a los turcos durante la campaña que el emperador Juan llevó a cabo en el interior de Anatolia en 1137, apostatando de su religión, convirtiéndose al islamismo y entrando en la familia real de los sultanes de Iconium, al contraer matrimonio con una hija del sultán[1].

Andrónico se crió y estudió junto su primo el príncipe Manuel Comneno, hijo menor de Juan II y posterior Emperador. Los primeros años de su edad adulta los pasó entre el servicio militar y los placeres. Ambos personajes fueron grandes amigos durante años.

En 1141, durante una cacería en compañía del noble Teodoro Dasiotes fue emboscado y capturado por una avanzadilla selyúcida y estuvo preso durante un año en Iconio. Cuando pagaron su rescate, volvió a la corte de Constantinopla, como favorito de su primo Manuel. En 1142, los dos hijos mayores del Emperador Juan, Alejo y Andrónico, enfermaron y murieron inesperadamente, con apenas unos meses de diferencia. Así, cuando en agosto de 1143 Juan II murió a causa de las heridas recibidas en un accidente de caza, dejó el gobierno del Imperio no a su tercer hijo Isaac, sino a Manuel.

Convertido en favorito del nuevo Emperador, Andrónico participó la campaña contra los turcos de 1145-6. Durante una discusión en la que se comparaba a Manuel con su difunto padre, Juan Auxuch valoró más al primero que al segundo, mientras que la mayoría defendía al hijo allí presente. Al ponerse de su lado Isaac, hermano del Emperador, Andrónico le insultó, y de no haber mediado el Manuel y otro primo, Juan Ducas, Isaac le hubiera decapitado. Manuel expulsó a su hermano por unos días y despidió a Juan Auxuch de su cargo de megas domestikos.

Andrónico continuó gozando de la amistad imperial, y no mostró signos de descontento hacia su primo hasta que el Manuel nombró a su sobrino favorito, Juan Comneno, protovestiarios y protosebastos tras perder un ojo en un torneo. Al parecer Juan y él eran rivales, y desde entonces las relaciones con el Emperador se degradaron irremediablemente. Tal vez como desquite de esta "traición", Andrónico usó sus considerables dotes de seducción para convertir a su sobrina, Eudoxia, en su amante. Esta escandalosa relación fue tan pública como el romance del Emperador con la hermana de Andrónico, Teodora.

[editar] Inicios de su carrera

En 1152, acompañado por Eudoxia, fue destinado a Cilicia como gobernador con la importante misión de someter a los rebeldes príncipes armenios. Pronto atrapó al principal de ellos, Thoros, en su fortaleza de Mopsuestia, pero el Comneno, incapaz de renunciar a sus acostumbrados placeres, se hizo acompañar de una compañía de actores con los que pasaba las noches de juerga, mientras durante el día se dedicaba a denodados ataques. Aprovechando la situación, los armenios atacaron por la noche y derrotaron a sus tropas haciéndose con un rico botín. Andrónico, sin embargo, no cayó en el asalto, sino que montando a caballo, atravesó las filas enemigas con su lanza y se retiró a Antioquía, para retornar posteriormente a su provincia.

Parece que poco después cesó en el cargo, pues estaba otra vez en Constantinopla, donde su primo Manuel lo recriminó en privado, pero lo perdonó risueñamente en público, nombrándole duque de Niš y Braničevo (1154) y haciéndose acompañar por él durante su campaña contra Hungría el año siguiente. En todas esas empresas, Andrónico siguió haciéndose acompañar por su amante Eudoxia. Esta relación era tan abierta que los hermanos de la joven dama decidieron ponerle fin: una noche éstos, junto con varios amigos, asaltaron la tienda que compartían ambos amantes con la intención de asesinar al galán. Aterrada, Eudoxia sugirió a Andrónico que se vistiera de mujer para disimular, pero éste menospreció la idea y, armándose con su espada, se abalanzó contra sus enemigos abriéndose paso a la fuerza.

Sospechando tal vez haber perdido el favor del Emperador, el cronista Juan Cinnamo cuenta que Andrónico, aspirando ya a ocupar el trono de su primo, escribió al rey Géza II de Hungría, prometiéndole Niš y Braničevo si le apoyaba en su planeado golpe de Estado. También trato recabar el apoyo del emperador de Alemania. Manuel, que tenía instalado su cuartel de invierno en Pelagonia fue alertado de la conspiración, pero no se decidió a actuar. Entretanto, Andrónico intentó asesinar al Emperador en su tienda disfrazado de soldado italiano, con ayuda de sus sicarios armenios, pero la guardia le descubrió a tiempo y, al tratar de huir, fue capturado (1155).

[editar] Cautiverio

Mapa de Constantinopla. Mapa detallado.
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Mapa de Constantinopla. Mapa detallado.

Manuel hizo gala nuevamente de cierta clemencia, encerrando al traidor en una mazmorra del palacio del Constantinopla. Andrónico pasaría en aquella habitación cerca de doce años, lo cual sin duda contribuiría a amargar su carácter.

Un día de 1158 descubrió que el agujero de su letrina tenía algunos ladrillos sueltos. Se afanó a soltarlos y se escondió en el estrecho agujero que quedó. Al descubrirse su ausencia, los guardias dieron la voz de alarma: rápidamente cerraron las puertas del palacio y de la ciudad y comenzaron su búsqueda. La esposa de Andrónico, pese a ser completamente inocente, fue encerrada en la misma celda que ocupó su marido. En tan inhóspito lugar los esposos se reencontraron e incluso se las apañaron para engendrar un hijo. Luego, el cautivo príncipe, en medio de la confusión, trató de escapar, pero fue nuevamente capturado en Tracia y devuelto a su celda cargado de cadenas.

Empero, Andrónico no se rindió. Seis años depués, en 1164, fingiéndo estar enfermo, logró que que se pusiera a su servicio a un muchacho para que le cuidara. Aprovechando el relajamiento de la vigilancia, éste se puso en contacto con los amigos de Andrónico, que emborracharon a los guardias y copiaron las llaves. Luego le hicieron llegar la copia junto con un rollo de cuerda dentro de un tonel. Andrónico abrió la puerta tras doce años de cautiverio, descendió de la torre, se escondió en los matorrales y se descolgó de la cerca de Palacio por la noche, hasta una barca que le trasladó a su casa en Constantinopla. Allí se despidió de su mujer y sus dos hijos, se liberó de sus cadenas y partió a caballo. En Anquialo, en la costa tracia del Mar Negro un amigo le proporcionó dinero y, ni corto ni perezoso, puso rumbo norte, más allá de las fronteras del Imperio.

Andrónico cruzó el Danubio y los Montes Cárpatos sin detenerse, intentando pasar desapercibido, pero unos valacos lo identificaron y secuestraron, sabiendo la recompensa que el Emperador les daría por capturar al evadido. Pero Andrónico no estaba dispuesto a volver tan pronto a su celda, y una noche se fugó dejando un monigote con su capa y su sombrero para que sus guardias le creyeran dormido.

En Halic (actual Ucrania), ya lejos del alcance de la venganza de Manuel, reveló su identidad al príncipe de Rutenia, Yaroslav, que le acogió como un huésped real. Andrónico no tardó en convertirse en uno de los favoritos del monarca, destacando en la caza de osos y jabalíes y adaptándose perfectamente a la corte de Kiev. Sin embargo, su relación con el Imperio aún no ha terminado.

En 1165, el emperador Manuel, enfrascado en otra guerra contra Hungría, llamó en su ayuda a sus aliados europeos. No descartando ninguna posibilidad, el basileus mandó un mensaje a Andrónico ofreciéndole el perdón a cambio de la ayuda militar del príncipe de Rutenia. El exiliado aceptó, marchando en persona a ayudar a su país junto con un contingente de caballería rusa. Se destacó en varias batallas y, en el asedio de Zeugminon (Semlin), volvieron a competir uno y otro en proezas bélicas, superando Andrónico al basileus en cuanto a arrojo y furia. Al mando de la artillería de asedio, la actuación de Andrónico fue determinante para lograr la caída de la ciudad.

Tras la victoriosa campaña, Manuel volvió triunfal a Constantinopla junto a su rebelde primo (1168). No obstante, la concordia entrambos no duraría mucho.

[editar] Exilio en Oriente

Asia Menor y los Estados Cruzados a mediados del siglo XII
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Asia Menor y los Estados Cruzados a mediados del siglo XII

El basileus estaba preocupado por el futuro de su dinastía: de sus dos matrimonios sólo había engendrado niñas, y le urgía tener un heredero varón. Debido a ello, decidió adoptar como tal al príncipe húngaro Béla, renombrándolo Alexio, dándole el título de déspota y prometiéndolo a su hija María Comnena. La protesta de los nobles bizantinos fue unánime, y su portavoz fue Andrónico, que siempre se opuso a la política prooccidental y latinófila, y se negó airadamente a jurar lealtad al nuevo heredero.

Como castigo, Andrónico fue nombrado por segunda vez gobernador de Cilicia (1166), lo cual constituía en la práctica un exilio. Con todo, el Comneno no languideció en su agreste provincia, sino que se aplicó activamente en la lucha contra los rebeldes y escurridizos nobles armenios, por los que sentía un odio especial desde su anterior mandato. Finalmente los derrotó en el campo de batalla, lanzándose en una audaz carga sobre las líneas enemigas e hiriendo de gravedad él mismo a su líder Thoros. No obstante, Andrónico se confió demasiado y no logró poner fin a la rebeldía de los armenios. Incapaces de someter a Thoros, los bizantinos pactaron una alianza militar con el sultán de Iconio, pero el armenio también derrotó a sus tropas.

Frustrado, olvidando por completo su cargo de gobernador, Andrónico buscó diversiones más sofisticadas que las que podía ofrecer Cilicia y se convirtió en habitual de la rica corte del Principado de Antioquía, aliado del Imperio. Allí haría una conquista más placentera que las anteriores: la hermosa Filipa, hermana de la emperatriz María e hija del príncipe Raimundo. Tras pasar el verano en la capital siria no le fue difícil al maduro aristócrata seducir a la inocente doncella. De nuevo, no se retrajo de hacer pública su relación, dejando al emperador Manuel en una situación embarazosa, tal y como fue siempre la intención del incorregible Andrónico.

El basileus le ordenó salir de la escena una temporada. Dejando atrás Cilicia y a su llorosa y arrepentida amante [2], Andrónico inició el peregrinaje a Jerusalén junto a un grupo de aventureros. Se ganó el favor de Amalarico I de Jerusalén, hasta el punto de que éste le concedió el señorío de Beirut. Su reputación guerrera, su noble estirpe y su propio encanto le abrieron todas las puertas del reino de Jerusalén, incluido la del dormitorio de la viuda de Balduino III, la joven reina Teodora, sobrina del Emperador Manuel, una encantadora beldad de veintiún años. Se ha dicho que ambos llegaron a pensar en casarse, pero el hecho de ser primos se lo impedía.

Esta vez Andrónico se había pasado de la raya. Manuel pidió a todos los reinos latinos de la región que le entregaran a su incestuoso primo para ser cegado, pero Teodora interceptó la carta y advirtió a su amante. Ambos huyeron juntos a la corte de Nureddin, atabeg de Damasco, que les acogió calurosamente pese a ser él mismo un moralista islámico bastante riguroso. Aunque Andrónico fuera excomulgado por la Iglesia Ortodoxa, aunque se sabe que no abrazó la fe musulmana. En cuanto a su anterior protector, Amalarico, no le importó deshacerse de tan incómodo huésped, e incluso se alegró de recuperar el feudo de Beirut.

Andrónico y Teodora pasaron en Oriente Medio los siguientes años, visitando Damasco, Bagdad y Persia como amigo de Nureddin, e hicieron incluso un largo periplo por Asia rodeando el Mar Caspio hasta llegar a Georgia. Allí se alió con el modesto emir de Colonia y se convirtió en un "barón bandido", lanzando incesantes razias contra la provincia bizantina de Trebisonda en la que robaba y raptaba a voluntad. Finalmente la reputación de las hazañas de Andrónico llegó a tal punto que el gobernador de la región tomó medidas para atajar sus correrías: aprovechando que Andrónico no estaba en su castillo, capturó a Teodora y sus dos hijos y los envió a Constantinopla.

Temiendo por su familia, Andrónico hizo algo increíble alguien tan orgulloso: suplicar clemencia. A comienzos de 1180 se entregó a las autoridades imperiales y fue humildemente a Palacio, para postrarse ante su rival. Llorando y gimiendo, con una cadena atada al cuello, estuvo sin moverse hasta que un lacayo lo arrastró hasta el Emperador. Esta humillación movió a piedad a Manuel, que se decidió a perdonar nuevamente a su primo.

El Emperador y el Patriarca absolvieron a Andrónico de sus pecados a cambio de que jurara lealtad al príncipe Alejo, heredero de la Corona. Pero, escarmentado de sus tropelías, Manuel le nombró duque y lo desterró junto con Teodora a Oene, una pequeña y agradable ciudad de Paflagonia. Allí, entre colinas cubiertas de viñedos, el eterno exiliado se sentó a rumiar sus agravios y alimentar su odio.

[editar] La sucesión de Manuel I

La emperatriz María de Antioquía.
La emperatriz María de Antioquía.

El 24 de septiembre de 1180 muere Manuel I, gravemente deprimido tras el desastre de Miriocéfalo (1176). Quedaba como único heredero el único hijo de su segundo matrimonio con María de Antioquía, Alejo II Comneno, un endeble niño de apenas once años que fue mal educado y empleó sus días dedicándose la caza y a las cabalgadas, jugando en compañía de chiquillos. En principio, hasta su mayoría de edad debía regir el Imperio un consejo de regencia.

La emperatriz María, siguiendo el deseo de su marido, había tomado los hábitos a su muerte, ingresando en un convento con el nombre de Xena ("Extranjera"). Sin embargo, en la práctica, su nueva condición no le supuso ningún cambio signficativo en su vida. Poco después asumió la regencia y tomó como valido y amante público al protosebastos Alejo Comneno, sobrino del emperador muerto, mucho más joven que ella, en quien delegó los asuntos del Estado.

La elección fue poco afortunada y entre los restantes miembros de la familia Comneno provocó gran resentimiento el favorecimiento de este hombre vanidoso e insignificante. María-Xena optó por gobernar en solitario con su amante, olvidando buscar apoyo en el clan familiar, que se habían multiplicado por toda la administración civil y militar hasta coparla, entroncado además con la aristocracia local y extranjera.

La relación entrambos provocó un escándalo en la sociedad bizantina, pues se consideró esta relación profana e incestuosa. Además, el origen normando de la emperatriz y sus favorables relaciones con los mercaderes italianos (pisanos y genoveses) le ganaron la animadversión de toda la población, que odiaba a los occidentales. El suyo fue, por lo tanto, un trono amenazado por todos lados, cuyo único apoyo eran las repúblicas italianas y los mercenarios occidentales y georgianos asentados en la capital.

Fue inevitable que durante esta regencia se acentuaran tendencias latinófilas y el ciudadano bizantino atribuyó a esta circunstancia el rápido deterioro de la situación exterior e interior, desatándose por otro lado la latinofobia. Pronto se organizó un complot dirigido por la princesa María, hija del primer matrimonio de Manuel y su marido, el [[César (título)|césar Rainiero de Montferrato, que al igual que la emperatriz, era de estirpe normanda vinculada al Reino de Jerusalén. Éstos consiguieron el apoyo del patriarca Teodosio y sobre todo por el propio Andrónico Comneno, que sentía reverdecer sus ambiciones imperiales al ver la inestabilidad reinante. En febrero de 1182, los conspiradores se pusieron en marcha: planeaban, al parecer, matar al protosebastos Alejo y formar su propio consejo de regencia.

Sin embargo, el plan fracasó, pese a que las provincias se sublevaron según lo acordado, ya que el intento de asesinato fue descubierto y los conspiradores de Constantinopla arrestados. El césar y su esposa se encerraron en Santa Sofía con el patriarca y muchos ciudadanos simpatizantes (incluso mercenarios), donde resistieron durante dos meses. El favorito ofendió al pueblo aún más al intentar profanar el santuario, por lo que finalmente concedió una amnistía para la pareja a cambio de su rendición. La emperatriz se vio obligada a perdonar a los conspiradores, pero en su inseguridad pidió a su cuñado, Bela III de Hungría, que viniese en socorro suyo. El patriarca Teodosio Boradiotes, pese a ser respetado por todos, fue depuesto, cosa que avivó el descontento contra los regentes.

[editar] La matanza de latinos

Con el fracaso de esta tentativa, la oposición en Constantinopla quedaba descabezada y falta de un líder visible. La decisión quedó entonces en manos de Andrónico Comneno, enemigo de la aristocracia feudal y adversario acérrimo de la tendencia occidentalizante de Manuel. Sus compatriotas recordaban su gallardía y su encanto. Por ello en este momento, cuando se deseaba derrocar a la regencia latinófila de Constantinopla, sus amigos le colocaron en primer plano como caudillo nacional, ytodas las miradas se centraron en él.

Comenzó a reunir partidarios en Paflagonia, incluidos algunos contingentes musulmanes, según Ibn Jubair[3]. Su movilización fue muy lenta, pero por suerte los problemas externos tuvieron ocupados a María-Xena: aprovechando la desorganización del Imperio, Béla III de Hungría tomó Dalmacia, Bosnia y Sirmio, y con ello todos los frutos de las tan costosas guerras húngaras de Manuel se podían dar por perdidos. Los frutos de las largas y agotadoras luchas contra los serbios se perdieron con la misma rapidez, pues el príncipe serbio Esteban Nemanya repudió sin dificultad la soberanía bizantina.

Por su parte, los turcos conquistaron una amplia porción de Asia Menor, incluyendo las ganancias de Juan II: Sozópolis, Atalia y Cotyaeum, cortando en dos el norte y el sur bizantinos de Anatolia. Mientras, el rey armenio Rubén atacó Cilicia.

En la primavera de 1182, Andrónico se puso en marcha por fin hacia Constantinopla, sin encontrar apenas resistencia a su paso por Asia Menor. Sus tropas, inicialmente pequeñas, fueron creciendo gracias a la afluencia de descontentos. En mayo había llegado a Calcedonia, donde derrotó a un ejército leal dirigido por otro primo de Manuel, Andrónico Ángelo, que se pasó a su bando, e instaló su campamento. El protosebastos Alejo puso su confianza en la flota, cuya tripulación estaba constituida en gran parte por occidentales, e intentó cerrar el Bósforo. Sin embargo, el megadux Andrónico Kontostephanos, comandante de la flota, se puso, sin embargo, del lado del usurpador.

Viendo que la regencia estaba perdida, la Guardia Varega arrestó y cegó al protosebastos Alejo, arrojándolo a una mazmorra. Ésta fue la señal para el motín popular, que descargó su ira en los almacenes y vidas de los mercaderes italianos, sus clérigos y sus familias. Estos hechos habían tenido un precedente en las medidas adoptadas por Manuel, pero se debió sobre todo a la animadversión que provocaba la riqueza de los italianos (cuya libertad de comercio sin trabas fiscales, otorgada por Alejo I, arruinaba a la burguesía y el artesanado de la ciudad, tradicionalmente hiperprotegidos por el gobierno imperial) y al mal recuerdo que dejó el paso de las Cruzadas por tierras imperiales. Algunos de los italianos escaparon por mar, dónde se convirtieron en piratas y saquearon durante varios meses las islas del Egeo.

La degollina tremenda: las casas y los almacenes de los occidentales fueron saqueadas y sus habitantes muertos. Incluso el hospital de San Juan fue objeto de ataques. Al decir de los cronistas, cerca de treinta mil occidentales, incluidos mujeres, niños y hasta el legado papal, fueron asesinados y otros cuatro mil vendidos como esclavos a los turcos. Eustacio de Tesalónica describe la matanza en los siguientes términos:

Contar las desgracias que entonces sufrieron los latinos, el fuego que devoró sus bienes, sin tener en cuenta los saqueos que sufrieron, y los accidentes ocurridos en las playas y en las calles, sería empresa difícil, ya que no sólo los latinos armados eran la presa de los hombres de Andrónico, sino que la gente, que no podía defenderse, no suscitaba ni la más mínima piedad. De hecho las mujeres y los niños eran abatidos por sus espadas.
Pero el espectáculo mas horrible se daba cuando el hierro enemigo, abriendo el vientre de las mujeres encintas, sacaba el feto, que, después de haber visto antes de tiempo la luz del sol, era acogido por las tinieblas del infierno, muriendo antes todavía de estar perfectamente vivo

Aunque las cifras y estos relatos seguramente sean exagerados, lo cierto es que las relaciones entre Occidente y Bizancio quedaron seriamente dañadas, y el odio mutuo se acrecentó. Esta brutal matanza fue contemplada por los bizantinos como la causante de las crueldades aún peores que padecería la santa Constantinopla durante la Cuarta Cruzada.

Andrónico, cuya xenofobia a los occidentales le había ganado las simpatías del populacho, no hizo nada para alentar los disturbios (aún se hallaba cruzando los Estrechos), pero tampoco para detenerlos. Cuando amainó el furor popular, entró en la capital envuelto en el júbilo de los ciudadanos y reclamó la regencia en nombre de Alejo II. La emperatriz María-Xena quedó confinada en el palacio imperial, reducida ahora a mera comparsa, y así, con más de 65 años de edad, Andrónico se convirtió en dueño absoluto del Imperio

[editar] Regencia y usurpación

Aún quedaban lealistas en el thema de Tracia, reunidos en torno al gran doméstico Juan Vatatzes, que derrotaron un ejército de Andrónico. Sin embargo, su líder murió de enfermedad pocos días después y sus hombres se rindieron. Sólo entonces Andrónico celebró su fastuosa coronación, en la que Alejo II fue entronizado de nuevo con grandes muestras de respeto.

Inicialmente "gran rebelde" asumió el papel de salvador y protector del joven emperador Alejo II, presentándose como un experimentado y reputado tutor. Acusados de intrigas contra el Estado y el legítimo emperador, sus adversarios fueron enviados al cadalso. Pronto, los únicos rivales en potencia que le quedaban a Andrónico, el César Rainiero y la princesa María, enfermaron y murieron tan súbitamente que se sospechó de un envenenamiento. María-Xena fue encerrada en un convento, cosa que molestó a algunos oficiales.

Al visitar la tumba de Manuel, Andrónico apartó a sus acompañantes que se inclinaban en ademán de plegaría y murmuró:

Ya no te estoy temiendo, viejo enemigo, que me has arrojado y tenido vagando por todos los climas del orbe. Yaces ya depositado bajo siete bóvedas, de donde no te has de levantar hasta la llamada de la última trompeta. Llegó mi ocasión, y luego voy a hollar tus cenizas y tu legado.

Pese al respaldo popular de Andrónico, la situación política seguía inestable: una conspiración de altos funcionarios (el logothetos ou dromoi -el gran duque de la flota- y Andrónico Ángelo) fue desmantelada a principios de 1183, y todos sus miembros fueron ejecutados, cegados o exiliados por propia voluntad o por real decreto: Ángelo huyó al Reino de Jerusalén.

Más o menos por esta época, se juzgó por traición a la emperatriz viuda Xena-María; se la acusaba sin fundamento de mantener correspondencia con el rey de Hungría. Fue un montaje tan evidente que el patriarca Teodoro dimitió en protesta y hasta el hijo mayor de Andrónico pidió misericordia a su padre. Finalmente, aunque tres jueces prefirieron dimitir a condenar a la desgraciada, la decisión de Andrónico fue irrevocable. Alejo fue obligado a firmar la condena a muerte de su propia madre, la cual fue estrangulada. Luego se quiso malograr la belleza de su cuerpo arrojándolo al mar para que el agua lo hinchara y deformara. Poco después Andrónico ordenó que todas las imágenes de la emperatriz en la capital fueran también desfiguradas o destruídas.

Estos hechos quizá motivaron la aparición de otro complot, que trataba de llevar al trono a un hijo bastardo de Manuel, Alejo Comneno (que estaba casado con una hija bastarda de Andrónico). Descubierto a tiempo, todos los responsables fueron ejecutados. Una vez preparado el terreno de esta forma, Andrónico se decidió a aceptar la púrpura imperial, supuestamente tan sólo cediendo a las súplicas de la corte y del clero; en el mes de septiembre de 1183 se hizo coronar como co-emperador de su protegido, jurando por lo más sagrado que sólo asumía el poder para proteger al sobrino.

Pero apenas pasaron dos meses cuando el infortunado emperador niño siguió el triste destino de su madre: fue estrangulado con la cuerda de un arco por tres sicarios de su tutor: Constantino Tripsychos, Teodoro Dadibrenos y Esteban Hagiochristophorites. Se dice que el propio Andrónico pateó el cadáver exclamando:

Tu padre fue un bribón, tu madre una ramera, y tú un mentecato.

Luego de arrojar el cadáver al mar, el nuevo Emperador se casó con la viuda de su víctima, Inés, hija de Luis VII de Francia y de su tercera mujer Adela de Champaña, de sólo trece años, sin que la diferencia de edades detuviera al triunfante Andrónico. Sin embargo, conservó a su lado a su querida Teodora y a los hijos que tuvo con ella. Sus partidarios fueron recompensados con altos cargos, y también obtuvo del nuevo Patriarca, Basilio Camatero (1183-1186), una de sus criaturas, el perdón por todos sus crímenes y juramentos violados.

Así empezó el corto y enérgico reinado de Andrónico I Comneno, el último y el más odiado de su casa. El entusiasmo con que la opinión acogió al nuevo Emperador se explica por las esperanzas que traía consigo. Dos tareas esenciales en el orden interior: establecer un gobierno nacional y librar a Bizancio de la preponderancia latina, y limitar el poder de la aristocracia de los altos funcionarios y de los grandes terratenientes, cuya supremacía provocaba la ruina de los campesinos modestos. Semejantes medidas hallaban en el pueblo la más favorable acogida. El arzobispo de Atenas, Miguel Coniates, hermano del historiador Nicetas, escribe elogioso:

Y recordaré ante todo cómo, en esta época turbulenta y angustiosa, el Imperio Romano apeló a su antiguo favorito, el gran Andrónico, para derribar la opresora tiranía latina que, como una mala hierba, se había aferrado al joven retoño del reino. No condujo (Andrónico) con él un cuerpo de ejército marchó, ligero, hacia la ciudad que le amaba (...) El primer presente que hizo a la capital para recompensarla de su puro amor, fue librarla de la tiránica insolencia latina y limpiar el Imperio de los mismos bárbaros.

El populista Andrónico se presentó como un auténtico rey de los campesinos. El pueblo le consagraba cantos y componía acerca de él cuentos poéticos, de los que se hallan huellas en los anales y notas manuscritas de los documentos inéditos de la historia de Nicetas Coniates. Nicetas escribe, entre otras cosas, que Andrónico mandó erigir su propia estatua no lejos de la puerta septentrional de la iglesia de los Cuarenta Mártires, y no quiso que se le representase con atuendo imperial, sino como trabajador, muy modestamente vestido y empuñando una hoz.

[editar] Política exterior

En el año 1183 los húngaros, aliados con los serbios, invadieron el Imperio. Belgrado, Branicevo, Nis y Sofía fueron devastadas de tal forma que seis años más tarde los cruzados encontraron estas ciudades deshabitadas y en parte destruidas. En su lucha contra Bizancio, Esteban Nemania logró en esta ocasión asegurar la independencia de su país y aumentar extensamente, a costa del Imperio Bizantino, su territorio hacia el este y el sur.

El ejército imperial en la zona, al mando de Andrónico Lapardas y Alejo Branas, se dividió entre los partidarios del nuevo emperador, dirigidos por Branas, y los sediciosos de Lapardas, que temía por su vida bajo el nuevo régimen. De modo que tomó camino de Adramyttium para alzarse en armas, pero fue aprehendido por los hombres del Emperador y cegado.

Pronto Andrónico tomó medidas contra el enemigo exterior: tras firmar una paz ventajosa para los selyúcidas, lanzó un rápido contraataque contra los húngaros en 1184, tomando Serdica y Nis y, aliado de los serbios de Esteban Nemania, llegó al Danubio por Belgrado. Béla tuvo que firmar pronto la paz, pues estaba en plena lucha por Zara con Venecia.

Entretanto, genoveses y pisanos se vengaban de la cruel matanza mediante la piratería. Para contrarrestarlos, firmó un tratado con la Señoría de Venecia en la primavera de 1185, por el cual Andrónico consentía en libertar a los venecianos presos en Constantinopla desde la matanza de 1182 y se comprometía pagar cierta suma todos los años, en compensación por los daños sufridos, abonando la primera anualidad en 1185. Esto mantuvo a raya a las otras repúblicas italianas.

También se reanudaron las relaciones con el Vaticano. El Papa Lucio III envió, a fines de 1182, un legado a Constantinopla. Para congraciarse con el pontífice, Andrónico permitió que se abriera una nueva iglesia latina en Constantinopla, a pesar de la oposición del Patriarca.

Para contrarrestar las malas relaciones con los turcos, se mandaron emisarios a Saladino, intentando así contrapesar el sultanato de Iconio con una alianza con el sultanato de Síria y Egipto, situado a la retaguardia de éste. Poco antes de su muerte, Andrónico hizo alianza formal con el sultán de Egipto. Según el Chronicon Magni Presbiteri, Andrónico, apremiado por el dolor y el agobio, recurrió al consejo y socorro de Saladino. La alianza jurada estipulaba que si Saladino, con los consejos y ayuda del Emperador, lograba ocupar Jerusalén, retendría para sí todo otro territorio que ambos pudieran conquistar —quedando libres de esto Jerusalén y Ascalón—, pero poseería sus adquisiciones bajo la soberanía de Andrónico. El Emperador tomaría posesión de todos los territorios conquistados al sultán de Iconio hasta Antioquía y la Armenia Menor, caso de que los nuevos aliados pudieran apoderarse de tales comarcas (...) La muerte impidió a Andrónico realizar ese plan.

[editar] Rebelión en Bitinia

En septiembre de 1183 los hijos de Andrónico: Ángelo, Teodoro e Isaac, iniciaron una revuelta en Nicea, Prusa y Lopadio. Contaban con muchos partidarios y algunos mercenarios turcos de Iconio. Esto provocó un enfriamiento de las relaciones con el sultanato y un nuevo acercamiento a Saladino, sucesor de Nur al-Din como sultán de Siria y Egipto.

Acabada la guerra húngara, el general Alejo Branas y el propio emperador comandaron dos ejércitos en una campaña conjunta contra los rebeldes. Nicea, defendida por Teodoro Cantacuzeno e Isaac Ángelo, resistió a las máquinas de asedio imperiales. Andrónico ordenó que la madre de Isaac, Eufrosine, fuera traída de Constantinopla, y la situó en lo alto del mayor de sus arietes, para evitar que los asesiados lo destuyeran con su artillería. Esto no minó, sin embargo, la determinación de los defensores, que simplemente afinaron su puntería y, de hecho, acabaron por rescatar a la mujer. Con la muerte de Teodoro Cantacuzeno, que murió al tratar de asesinar al Comneno. El irresoluto Isaac, ahora al mando, comenzó las negociaciones para rendirse. Mientras, el arzobispo Nicolás, ante la inminencia de una hambruna, condujo una delegación de mujeres y niños para pedir clemencia al Emperador. Éste accedió a perdonar a los rebeldes, pero tras entrar en la ciudad forzó a muchos a exiliarse y ejecutó a otros tantos.

A continuación Andrónico se trasladó al asedio de Prusa, que bajo el liderazgo del joven Teodoro Ángelo se defendió tan valientemente como Nicea. Sin embargo, las fuerzas imperiales acabaron por abrir una brecha y tomaron la ciudad, que fue sometida a saqueo. Teodoro Ángelo fue cegado, en tanto que los nobles León Sinesio, Manuel Lachanas y otros 40 rebeldes fueron empalados. Tampocó hubo piedad alguna en Lopadium.

[editar] Política interna

Andrónico, enemigo de la nobleza terrateniente, decidió acabar con sus muchos abusos, y, ante todo, luchar por limitar el creciente feudalismo que minaba el poder absoluto del Emperador, y arrancar de raíz la prepotencia de la aristocracia. Andrónico acometió sus tareas con ardor, iniciando un amplio programa para frenar la expansión nobiliaria y restaurar la administración central como base del poder imperial, tal y como lo fue en la dinastía macedónica. Puesto que no reconocía otro método de gobierno que la brutal aplicación de la violencia, su gobierno se convirtió en una cadena de actos de terror, conspiraciones y atrocidades. No cabe duda, y hasta sus detractores reconocen este hecho, que sus medidas llevaron en las provincias del Imperio a una rápida y muy sensible mejora de la situación.

Con mano férrea, puso freno a la corrupción imperante de la administración, mal que a sus contemporáneos parecía incurable. Según el cronista Nicetas Choniates, a sus servidores les inculcó que o debían cesar de cometer injusticias o bien debían cesar de vivir[4]. Se puso fin a la venta de cargos públicos; nombró como jueces a personas honradas e incorruptibles, y los funcionarios pasaron a ser elegidos por su capacidad y remunerados suficientemente para que así fueran menos inclinados al soborno.

La práctica más frecuente de los corruptos, el cobro abusivo de impuestos (en ocasiones puro chantaje) fue erradicado. Se sometió a severas penas a los recaudadores rapaces y se adoptaron medidas implacables contra los grandes terratenientes, ejecutando a numerosos aristócratas. Esto se tradujo en una mejora sustancial de la situación del sufrido campesinado en las provincias, que respiró más tranquilo, conociendo por primera vez lo que era la seguridad legal frente a los abusos de la administración. Según Nicetas Choniates: a quien había dado al César lo que era del César ya no se le exigió nada más: nadie le quitaba, conforme sucedía anteriormente, hasta la última camisa del cuerpo, nadie le torturaba a muerte. Pues cual si fuese palabra mágica, el nombre de Andrónico ahuyentaba a los ávidos recaudadores de impuestos (...) Sabemos desde ha mucho que eres blando para el pobre, terrible para el hombre ávido de ganancias; que eres el protector del débil y el enemigo de los violentos; que no inclinas la balanza de Temis ni a izquierda ni a derecha; sino que tienes las manos puras de toda corrupción[5]. Fue el administrador más capaz de toda su dinastía. Gracias al aumento de los ingresos del Tesoro, pudo hacer frente a las múltiples dificultades que surgieron su breve reinado.

Produjo también una gran impresión sobre los contemporáneos la supresión de la costumbre ampliamente difundida de saquear barcos naufragados. A esta pésima costumbre -que sus antecesores habían combatido en vano- puso fin Andrónico al dar la orden de que los culpables fueran colgados de los mástiles de los barcos saqueados[6]. Fue su convicción inquebrantable que no hay nada que los emperadores no puedan remediar ni tampoco injusticia alguna que no puedan erradicar con su poder[7].

El Comneno no sólo estaba en malas relaciones con la nobleza provincial, sino que tampoco mantenía relaciones con sus parientes imperiales. Éstos odiaban su estilo autocrático y envidiaban su posición. El Emperador sólo podía contar con un círculo de agentes y consejeros, aunque trató de crearse un partido favorable entre el proletariado de la capital practicando la demagogia, el populismo y las ventajas de su honesta administración. A sus hijos les dijo que: Si antes pudimos tratar con titanes, también podremos ahora tratar con pigmeos.

Así intentó mejorar las condiciones de vida de los pobres mandando construir una nueva instalación de conducción de agua a la capital, esta medida, sin embargo, fue recibida con frialdad, pues los latinófobos constantinopolitanos no le perdonaban que se hubiera aliado de nuevo con Venecia ni que su injustificada "caza de brujas" castigara tanto a nobles como a simples comerciantes y tenderos.

[editar] El reinado de terror

Las revueltas internas y la pérdida del apoyo familiar sumieron a Andrónico en un estado de paranoia aguda, en la que arremetía contra todos sus enemigos reales o supuestos. La lucha contra la aristocracia degeneró en una terrible brutalidad. Los métodos de lucha de que se sirvió -desenfrenados, siempre violentos y a menudo infames- privaban de base a sus aspiraciones de imponer la justicia. A la violencia respondió con más violencia. Hubo una incesante sucesión de conspiraciones. Irritado por la resistencia, el Emperador, cuya irascibilidad y recelo habían llegado a dimensiones verdaderamente patológicas, recrudeció sus medidas, lo que, sin embargo, solamente logró ganarle nuevos enemigos.

Viendo por todas partes traiciones y conjuras, incapaz de distinguir al culpable del inocente, Andrónico implantó un régimen de terror. Todo aquel de quien se sospechara mínimamente podía temer por su vida o la de su familia, y era rara la semana en la que no hubiera detenciones arbitrarias, condenas injustas o ejecuciones crueles en Constantinopla, lo que se tradujo en odio y descontento. El Imperio se encontraba en un estado de guerra civil latente. Andrónico intentó en vano dar marcha atrás a la rueda de la historia. La aristocracia feudal ya hacía tiempo que se había convertido en el verdadero soporte del Estado y de su poderío militar. No se la podía eliminar, pero su aniquilación por medio de ejecuciones masivas hizo que los fundamentos de la fuerza militar del Bizancio de aquella época se tambalearan.

El pueblo, que poco antes recibía al Emperador con aclamaciones, empezó a mirarle como hombre incumplidor de sus compromisos y a buscar otro pretendiente al trono. Nicetas Choniates pinta de manera inquietante el variable humor de la plebe de Constantinopla:

En todas las otras ciudades, el populacho es irrazonable y cede a sus desordenados movimientos; pero la muchedumbre de Constantinopla es particularmente tumultuosa, violenta y de tortuosa conducta, porque la componen nacionalidades diferentes (...) La indiferencia respecto a los emperadores es mal innato en ellos: aquél al que elevan hoy al trono legítimo lo abaten al año siguiente como a un criminal.

[editar] La rebelión de Chipre y la invasión normanda

En 1184, Isaac Comneno, gobernador de Chipre, proclamó la independencia de la isla. Andrónico, carente de una flota capaz de hacer frente a la de Isaac, no pudo dominar la rebelión. La pérdida de Chipre fue un duro golpe para el Imperio, debido a su importancia estratégica y mercantil y a las grandes sumas que ingresaba en el Tesoro. Como consecuencia de esta rebelión, dos destacados cortesanos, Constantino Makrodoukas y Andrónico Ducas, fueron lapidación|lapidados y empalados por haber demostrado en el pasado apoyo al rebelde Isaac.

Guillermo II de Sicilia siendo coronado por Cristo, mosaico en la catedral de Monreale.
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Guillermo II de Sicilia siendo coronado por Cristo, mosaico en la catedral de Monreale.

Pero el golpe mayor y decisivo lo recibió Andrónico desde Occidente: Guillermo II, gobernante normando de Sicilia, antiguo enemigo del Imperio, aprovechando los problemas intestinos de Bizancio, preparó una gran expedición cuyo fin no era sólo vengar la matanza de 1182, sino adueñarse del trono del Imperio para sí. Guillermo reunió 80.000 hombres en junio de 1185, incluyendo un cuerpo de caballería selecta de 5.000 jinetes, los embargó en una flota de 200 unidades, y los despachó a los Balcanes al mando de los condes Balduino y Ricardo de Acerra (al mando del ejército) y de Tancredo de Lecce (al mando de la flota). Pronto pusieron sitio a la gran fortaleza de Epidamno (Dirraquio), que cayó el 24 de junio por la traición de su comandante, que formaba parte de la nobleza desafecta al régimen.

Los normandos pusieron entonces rumbo a Salónica siguiendo la Vía Egnatia. Por el camino encontraron poca resistencia y cercando la segunda capital del Imperio el 6 de agosto. Mientras, su armada ocupaba las islas de Corfú, Cefalonia y Zane, para alcanzar Salónica el 15 de agosto. La población de esta ciudad era partidaria de resistir, pero su inepto comandante, David Comneno, también era contrario al gobierno del nuevo Emperador; su dirección fue nefasta, y las tropas auxiliares enviadas desde Constantinopla no llegaron a tiempo. Los normandos minaron las murallas sin problemas y Salónica fue tomada al asalto el 24 de agosto y saqueada con atrocidad. Lo que hada tres años los griegos habían inflingido a los latinos en Constantinopla fue ahora hecho a los habitantes de Tesalónica, que sufrieron los más crueles insultos, torturas y asesinatos. Hubo más de 7.000 civiles muertos. El suceso, según Nicetas Choniates:

...abrió entre ellos y nosotros un enorme abismo de hostilidad. No podemos reconciliarnos en nuestro ánimo, y estamos en completo desacuerdo, aunque continuemos teniendo relaciones externas y vivamos a menudo en la misma casa.

A Andrónico sólo le quedó destituir a David, que se escabulló del castigo, por lo que pagó su familia. Desde Tesalónica, una parte del ejército normando se dirigió a Serres, pero el grueso de las tropas marchó sobre Constantinopla. Al saber la toma de Tesalónica y la aproximación de los normandos, la población de la capital se inquietó, acusando a Andrónico de indecisión y debilidad.

Si primero se afanó en poner a punto las fortificaciones de la capital imperial, luego se desinteresó del peligro. Se dio a la vida disoluta, diciendo que a los enemigos no había que temerlos, y alejó de la ciudad en compañía de meretrices, músicos y concubinas. Andrónico, desde su residencia veraniega en la Propóntide mandó mensajeros a las guarniciones de Asia Menor, Bulgaria y el Peloponeso para iniciar una contraofensiva contra los normandos. No se decidió, empero, a nombrar un general en jefe de la operación, por temor a que utilizara el ejército para deponerle, por lo cual las tropas se movieron lentamente.

[editar] El final del reinado

La tensión afectó los nervios del basileus: en su paranoia, se afanó en buscar más traidores en la capital. Apremiado por sus consejeros, el 11 de septiembre de 1185 mandó una patrulla a arrestar a Isaac Ángelo, un noble insignificante emparentado con el clan Comneno que se había rebelado en 1184 en Bitinia, pero que tras ser perdonado, vivía tranquilamente en la ciudad. Durante la noche, la desalmada mano derecha del Emperador, Esteban Hagiochristophorites, se presentó en la casa de Isaac con un pelotón de hombres armados. Éste, sabiendo que le esperaba una muerte inmerecida, tomó su espada, montó un caballo y salió medio vestido, tomando al enemigo por sorpresa. Hagiocristoforites no tuvo ni tiempo de sacar su arma porque Isaac, con un solo golpe de espada, le partió la cabeza en dos. Luego arremetió contra los sicarios, que huyeron atemorizados.

Isaac, demostrando una gran intuición de cómo se debía tratar con el populacho, se abalanzó hacia Santa Sofía, pidiendo el asilo que la tradición concedía a los homicidas, y había implorado a grito herido perdón por la fechoría. Se había arrancó la poca ropa que llevaba y los pelos de la barba, mostraba la espada todavía ensangrentada y, mientras pedía piedad, proclamó que había actuado para defender su vida, recordándoles a todos los desmanes del muerto. Entretanto, Andrónico llamó a Isaac para que acudiera a su presencia a la mañana siguiente.

En Santa Sofía se fueron reuniendo todos los agravados por el Emperador, que buscaron consuelo y venganza en Isaac, que descendía por línea femenina de Alejo Comneno. Una gran multitud se atrincheró para defenderlo, y se empezó a murmurar que había que acabar con el tirano. Isaac Ángelo se dirigió al pueblo y lo enardeció para combatir contra la tiranía de Andrónico con las siguientes palabras: ¿Por qué tememos? ¿Por qué estamos obedeciendo? Nosotros somos muchos, y él es uno sólo. Nuestro aguante es el único vínculo de nuestra servidumbre.

Ilustración representando la muerte del Emperador, procedente de una edición del siglo XV de la Historia de Guillermo de Tiro (Bibliothèque Nationale)
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Ilustración representando la muerte del Emperador, procedente de una edición del siglo XV de la Historia de Guillermo de Tiro (Bibliothèque Nationale)

El día siguiente estalló un motín e Isaac fue coronado emperador por el patriarca. Mientras, su "predecesor", recién llegado a la capital cuando empezó la revuelta, sólo pudo atrincherarse en el palacio e intentar una desesperada resistencia, pero tuvo que ceder al ímpetu furioso de sus súbditos. Andrónico, acorralado, intentó salvarse prometiendo primero una amnistía, y luego renunciar al trono en favor de su prometedor hijo mayor, Manuel, pero ninguna de las ofertas fue aceptada.

La situación en la ciudad se hizo caótica; mientras muchas familias celebraron la liberación de sus parientes, encarcelados injustamente por Andrónico, Isaac entró en el Sacro Palacio y el proletariado urbano saqueó 170.000 nomismata del Tesoro imperial, conseguidos gracias a la buena administración del tirano. Al intentar huir secretamente a Georgia en barco, Andrónico fue capturado en la costa del Mar Negro. Los cortesanos la emprendieron a bofetadas y patadas con el reo y lo arrojaron a una mazmorra.

Encadenado y obligado a postrarse ante Isaac, ni sus súplicas ni las de muchos de sus partidarios consiguieron el indulto del ya ex-Emperador. Entonces empezó su suplicio: sus víctimas le hicieron desfilar por las calles subido a un camello sarnoso entre burlas de la multitud; a continuación le cegaron y le llevaron al Hipódromo, donde se ensañaron brutalmente con él cortándole las manos, arrancándole el cabello y los dientes y sacándole un ojo. Tras darle un breve descanso, fue colgado por los pies entre dos columnas cercanas a una escultura de la Loba Capitolina, y cuantos quisieron golpearle pudieron hacerlo. Andrónico no profirió un lamento. Sus únicas palabras fueron: Apiadaos de mi, Señor; para qué habéis de estrellar una caña ya quebrada.

Finalmente, un soldado italiano se decidió a rematar al infortunado hundiéndole su espada en las entrañas, para poner fin a su agonía. La multitud también atacó a su hijo Manuel, que fue cegado. El resto de su familia consiguió salvarse, pero cuando llegó a Tracia la noticia de su muerte, su hijo el co-emperador Juan fue asesinado por sus propias tropas.

[editar] Semblanza del Emperador

Andrónico Comneno es una de las figuras más interesantes de la historia bizantina. Desde siempre sus intrépidas hazañas y sus aventurados amoríos constituyeron la comidilla del día en los mentideros constantinopolitanos. Fue bendecido por la naturaleza con los más destacados dones de mente y cuerpo. Tenía un carácter atractivo, una brillante erudición, era ingenioso, elocuente, valiente en el campo de batalla y franco en la corte imperial; fue el único que se atrevió a oponerse abiertamente al emperador Manuel. Sin embargo, también heredó de sus ascendentes un carácter sumamente fuerte, temerario, rebelde y egoísta. No reconocía freno alguno, su ambición de poder y su deseo de gloria eran insaciables, carecía de escrúpulos y no conocía consideración alguna en la persecución de su fines. Al igual que su primo el Emperador, era un hombre de tremendamente capacitado, pero de escasa paciencia y prudencia.

Ambos podían desplegar un carisma y gentileza irresistibles tanto en la liza diplomática como en la romántica; el primero usó ese talento para conseguir alianzas matrimoniales en beneficio del Imperio, el segundo básicamente para satisfacer sus pasiones y meterse una y otra vez en apuros. A diferencia de sus primos, tío y bisabuelo, Andrónico era poco inclinado a la misericordia con sus oponentes, reales o supuestos, o a la generosidad de cualquier tipo. Su capacidad de acumular rencor no hizo sino aumentar con los años, hasta convertirlo en un ser paranoico, cruel y vengativo.

Según una observación de Eustacio de Tesalónica, Andrónico era una naturaleza hasta tal punto contradictoria que puede hablar uno de él con las mayores alabanzas o las más tremendas reprobaciones, según qué lado de su carácter que se analice. Este es también el planteamiento que preside la exposición del más importante historiador de la época, Nicetas Choniates: la expresión de la más alta admiración hacia el estadista se ve seguida, sin transición, de la de su horror y repulsión hacia el tirano.

Tanto Manuel como Andrónico nos son descritos como hombres de impresionante atractivo físico, de gran talla y fuerza física, temibles guerreros, campeones de torneos e infatigables cazadores de jabalíes y osos. Compartían con sus soldados la primera línea de combate y la parquedad del rancho y el vivac, siendo capaces de subsistir a pan y agua. También demostraron su talento como estrategas, para lamento de sus enemigos.

[editar] Familia

Se desconoce el nombre y la nacionalidad de la primera esposa de Andrónico, quizá una noble georgiana. En cualquier caso, el matrimonio tuvo tres hijos:

  • Manuel Comneno (born 1145), casado con Rusudan de Georgia, tuvo por hijos a Alejo y David, fundadores del Imperio de Trebisonda en 1204. Su rama de la dinastía sería conocida como los "Grandes Comnenos" (Megaskomnenoi).
  • Juan Comneno (1159-1185), concebido en prisión, co-emperador junto con su padre.
  • Maria Comnena

De su amante Teodora Comnena hubo dos hijos:

  • Alejo Comneno
  • Irene Comnena, casada con Alejo Comneno, hijo del emperador Manuel Comneno y Teodora Batatzina

[editar] Bibliografía

  • Cabrera Muñoz, Emilio. Historia de Bizancio. Ariel, Barcelona, 1998. ISBN 84-344-6599-X
  • Georg Mayer, Franz. Bizancio. Siglo XXI, Madrid, 1974. ISBN 83-323-0158-2
  • Magdalino, Paul. The Empire of Manuel Komnenos 1143-1180. Cambridge University Press, 2002. ISBN 0521526531
  • Ostrogorsky, Georges. Historia del Estado Bizantino. Akal, Tres Cantos, 1983. ISBN 84-7339-695-2
  • Runciman, Steven. Historia de las Cruzadas, volumen II. Alianza, Madrid, 1973. ISBN 84-206-2997-9
  • Treadgold, Warren. A History of the Byzantine State and Society. Stanford University Press, 1997. ISBN 0804726302
  • Vasiliev, Alexander. Historia del Imperio Bizantino. Iberia, Barcelona, 1946. ISBN 84-7082-095-8

[editar] Referencias y notas

  1. De esta unión procede la vanagloria de Mehmet II de su descendencia de la casa imperial de los Comneno.
  2. El castigo de Filipa por su desliz fue casarse con el condestable de Jerusalén Hunfredo II de Torón, mucho mayor que ella y para colmo mal parecido.
  3. Ibn Jubair, 355
  4. Nicetas Choniates, 430.
  5. Nicetas Choniates, 422.
  6. Nicetas Choniates, 423 y ss.
  7. Nicetas Choniates, 424.


Predecesor:
Alejo II Comneno
Emperador Bizantino
11831185
Sucesor:
Isaac II Ángelo
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