Sucesión apostólica
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Dentro de la teología cristiana, la doctrina de la sucesión apostólica mantiene que la Iglesia Cristiana es la sucesora espiritual de los apóstoles. De esta forma, la validez y la autoridad del ministerio cristiano es derivada de los apóstoles. Sin embargo, dependiendo de cual es la iglesia, la interpretación de esta doctrina es diferente.
Las iglesias Católica, Ortodoxa, orientales, nestoriana, la Anglicana y algunas luteranas mantienen que la sucesión apostólica se mantiene mediante la ordenación de obispos de forma personal e ininterrumpida desde los tiempos de los apóstoles. Esto es, los apóstoles ordenaron personalmente a obispos, los cuales, de forma ininterrumpida han seguido ordenando nuevos obispos hasta hoy.
Esta doctrina de los obispos como sucesores de los apóstoles, los cuales a su vez eran sucesores de Cristo, es formulada por primera vez por san Clemente a finales del siglo I. Sin embargo, su formalización hubo de esperar al surgimiento de las diversas doctrinas gnósticas entre los siglos I y IV, al proclamar sus seguidores que existía una tradición oculta que se remontaba al propio Cristo y a los apóstoles. La Iglesia Católica utilizó la doctrina de la sucesión apostólica para contrarrestar las predicaciones de los gnósticos, haciendo énfasis en la figura del obispo como preservadores de la verdad revelada transmitida por los apóstoles.
La sucesión apostólica como signo de fidelidad al mensaje cristiano y a las enseñanzas de Cristo es considerada esencial por las iglesias ortodoxas, orientales y católica y también por la anglicana y algunas iglesias luteranas. Sin embargo, la mayoría de las iglesias protestantes conceden poca o ninguna importancia a esta doctrina (puesto que en su inmensa mayoría eliminaron la figura de los obispos), enfatizando la devoción a la Biblia como lazos de continuidad con la fe de Cristo y los apóstoles.